El agua de rosas, usada desde hace cientos de años (ya la utilizaban los árabes en el siglo X), se convirtió en el último tiempo en uno de los ingredientes más apreciados en rutinas de belleza. Presente en tónicos, brumas y cremas, es de textura ligera, resulta apta para todas las pieles y tiene el plus de su delicioso perfume. Además, por sus propiedades antiinflamatorias, relajantes y calmantes es perfecta para hidratar la piel –también funciona muy bien en el pelo- y equilibrar el pH.